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Dios la esperanza de todas las criaturas.
Digo al Eterno: Tú eres mi refugio y mi fortaleza,
¡Oh mi Dios en quien me confío!.
Sitael, permíteme, Señor, reconocer, a los que fueron en el pasado,
mis hermanos; a los que fueron mis adversarios, mis enemigos,
a los que amé y odié: para crear juntos una nueva esperanza.
Sitúame, Sitael, en el corazón del conflicto, en el ojo del huracán,
para que tu Amor derramado en mi imaginación actúe como un
disolvente que disipe los enfrentamientos y las tempestades,
Sitael, haz de mi un hombre fiel: fiel para con los de arriba; fiel para
con los de abajo. Haz que sea el hombre del justo equilibrio en las
posiciones enfrentadas. Y no permitas que caiga en la tentación de
estar al lado de unos o de otros. En todo momento y en todo lugar,
Permíteme, Señor Sitael, ser un portador de esperanza.
Sitael exhorta:
Debéis aprender de vuestros adversarios. En ellos encontrareis siempre
los más adecuados Maestros. Ellos os dirán sin contemplaciones cuáles
son vuestras lagunas, vuestros fallos; os dirán si habéis sido imprudentes, presuntuosos o temerarios. En ellos no habrá doblez ni hipocresía:
la verdad pura se expresará de sus labios. Sabréis así como sois en la
parte oscura de vuestra esfera, ahí donde no luce jamás el resplandor de
la conciencia. Los enemigos, los adversarios, son aquellos que os aman
con amor desinteresado. No levantéis vuestra mano contra ellos, porque
cuando desaparezcan, ya no podréis veros en el espejo que refleja los
errores. Cristo dijo: "ama al enemigo"
Y yo os digo ahora: ¡conservadlo, respetadlo, utilizad sus virtudes!
Tu enemigo te ha sido dado para que puedas expulsar de tu interior ese conglomerado de cosas detestables que él expresa. Contempla hoy
mismo, peregrino, los defectos de tu enemigo y extírpalos sin más
tardanza de tu propio ser, porque están en ti muy en ti,
aunque pases toda una vida negándolo.